23 de junio de 2011

Maribel

Lo hacía tan bien que convertía los pasillos en metáforas. Maribel leía en voz alta casi cada mañana. Antes de hacerlo levantaba las persianas y a la clase entera se nos veteaba el corazón de sol y de literatura.

Y entonces pasaba que Melibea, o la tal desheredada entraban por aquellas puertas verdes y hablaban. Cuando no, venía un preso político desde Orihuela y nos traía nanas de la cebolla.

Y al tiempo, venía a mi misma mesa a apoyarse cansado, el marido de una mujer moribunda y por la ventana le cantaba a un olmo viejo hendido por el rayo, buscando esperanza.

Y todo lo traía ella. Ella sola. Levantaba con aquellos ojos y aquellas voces el telón y empezaba la función.

Todo lo que fui y lo que soy cuando escribo nació en una clase suya.

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